lunes, 9 de diciembre de 2013

El calor de la cera que arde.

A veces dá calor, a veces hace sudar, a veces duele, a veces pone la piel de gallina, a veces es más el miedo que el dolor pero por tal como se ponga uno consigue que siempre guste si se sabe dar al mismo tiempo el calor de la cera que arde que el calor del morbo exquisito al ver el miedo en sus preciosos ojos azules abiertos o ver sus mini manos apretadas mientras ciego a mi janna con un pañuelo para desprotegerla y darle ese punto especial del morbo oscuro.
El suave olor de la velita se entrelaza con el deseo de mi sumisa y eso va creando una atmósfera perfumada que al respirarla pone todos los sentidos de punta y los sentimientos de entrega tan altos como los del Amo para recibirlos.
Cada día se hace más habitual usar este calor como entrada a posteriores experiencias  más sofisticadas como son las sensibles de la electro estimulación.
No suelo encerar muy a menudo ya que el olor que desprende es muy delatador de la sesión si se tiene el olfato fino y a veces no es recomendable que se note tanto perfume en un lugar.
Es profundamente sensual cegarla, como antes comenté, y provocar en mi pequeña sumisa la excitación que le producirá el desconocer el momento exacto en que la gota de cera llegue a su piel, y la consecuente sensación de quemazón. Con otras herramientas puede suponer y adivinar dónde se va a notar su efecto, un látigo sabes más o menos por donde vendrá, una fusta lo mismo, la palmada ya no te digo nada pero la vela corre muy rápida de una parte a otra sin avisar y eso la hace ser muy sensorial porque siempre la puede sorprender y eso es especialmente mi deseo.
La temperatura sube la
 entrega

Si no la ato y la dejo libre, mi bonita janna me divierte porque me regala una danza sensual muy excitante encima de la cama o la mesa y poderla ver es algo que siempre me provoca una sonrisa de felicidad que me anima a intentar despistarla unas veces insistiendo en esa zona y otras alejándome tanto que la primera gota no la puede ni ubicar hasta que insisto en una segunda... los gemidos me van ayudando a seguir un ritmo y un calor determinado para no quedar corto y que se no desespere por la lentitud ni ser desagradable por ser demasiado duro o rápido y saturarla con sensaciones demasiado apretadas.
Varío no sólo el ritmo sino también la intensidad, según la zona de su cuerpo la vela sube más alta para no dañarla según en donde me permito bajarla bastante para que sea un esfuerzo aguantar tanto calor junto, siempre teniendo en cuenta que "jugar con fuego", es algo que si el Amo no está con todos tus sentidos por la labor puede ser realmente muy peligroso y por supuesto desagradable.
Antes de la sesión, lo primero a tener en cuenta es la elección de la vela, o velas, conviene que ésta reúna varias condiciones, por una lado ha de tener un punto de fusión bajo, es decir que se derrita a baja temperatura para impresionar con su calor en lugar de quemar la piel de forma irresponsable, también debería estar libre de perfumes  y también deberíamos evitar determinados tintes químicos que hacen que la temperatura de fusión sea mayor y con ello provocar que la cera salga más caliente de la vela y quizás también dure más el tiempo en desaparecer su calor.
Recorrer toda la geografía de la piel es muy sensual si el Amo da el máximo calor sin dañar a su princesa. La piel va dando todas esas sensaciones y en cada rincón hay una recompensa distinta, la piel morena más protectora y valiente, la más blanca es  sensible y delicada, la de los pechos según si vas por la superior (escote) o la inferior más dulcemente desprotegida, los pezones se ponen receptores y locos por el encuentro duro con su sensación, las primeras gotas desde lejos mientras que a medida que se van llenando de cera la puedes dejar caer desde más cerca sin miedo a quemarlos.
La cera en la vulva es especialmente excitante para ambos, aunque para conseguirlo siempre antes de pasar por esa zona ha de estar muy húmeda y aun y así siempre la unto y lubrico con algo que deje pasar el calor pero que lo mate rápido para no dañarla nunca, abrir y cerrar sus labios es un recital cruel de ese placer tan excitante que cuando te entrega tu sumisa mueres por ello. Quemar fuera, quemar dentro, aunque menos porque subo más arriba ese tormento, es cuando la educación de ambos lo permite uno de los placeres más exquisitos que hemos experimentado. Saber buscar el placer de cualquier situación dura de dolor es quizás el reto al que un Amo se encuentra con mayor orgullo de su sumisa y de él como Amo.
La guinda final es el apagado de la velita que siempre es sujetándola con dos dedos y yendo de arriba a abajo tocando con la punta encendida un instante la piel sexual y húmeda de la sumisa, especialmente la más íntima que es el punto final de su esfuerzo por serme útil y para seguir siendo tan generosa y hacerme tan y tan  feliz a su lado como Amo encantado por la enorme brujería de su entrega.
Con admiración, una vez acabada la ceremonia, un siete colas se encargará de sacar los dibujos que la cera ha hecho en su piel, unos latigazos largos de recorrido pero poco profusos se encargan de dar limpieza y color en toda su anatomía.
Al acabar el festival de sensaciones un masaje con crema la dejará nueva, llena de vida, sensualidad y agradecimiento hacia su Amo... y si su mirada es la adecuada el Amor la cubrirá para que sepa que es la sumisa más deseada del mundo mundial.

1 comentario:

  1. Solo puedo añadir, gracias por Ser y Estar siempre mi Amo Sabes bien que me encanta la cera ese momento tan místico, tan nuestro Gracias por dejarme disfrutar a Tu lado.. T’estimo mi Amo

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